La sensación es muy extraña... abrumadora. Uno se siente desbordado cuando la mente se colapsa por el exceso de estimulación. Las luces de neón, el bullicio, el aliento mortal de los coches en constante movimiento. Hasta una ciudad como Christchurch puede llegar a ser demasiado después de pasar el tiempo suficiente "Into the Wild".
No obstante uno se acostumbra rápido y vuelve a sentirse atareado en la ciudad, en cualquier ciudad. Es esa clase de sitios que te atrapa, y cuando te quieres dar cuenta llevas ya una semana "ocupadísimo"... en nada... Dándole vueltas a las mismas cosas, atando cabos, soltando lastre... de vuelta a la "rat race", de vuelta a la cordura menos sana que existe.
En fin, es Sábado por la mañana y ya tenemos cosas que hacer sin haber llegado todavía de Kaikoura:
- Chofer, al Art Centre, por favor.
- Si señor, enseguida.
- ¿Podría poner un poco de buena música?
El Art Centre está emplazado en la antigua universidad de Christchurch. Se trata de un conjunto de edificios neo-góticos que dan cobijo a distintas galerías de Arte y a diferentes artesanos que exponen allí el producto de su trabajo. Es un sitio muy hermoso, sus claustros, laberintos y plazas, el tranvía que circula entre sus calles... Además al cruzar la calle uno se encuentra con el Jardín Botánico de CHCH.
Los fines de semana montan unos puestos en una de las plazas y acude toda la ciudad a hacer sus compras. Es el equivalente al Rastro pero con la diferencia de que aquí puedes pagar con tarjeta de crédito. En el centro hay un pequeño escenario en el que tocan diferentes músicos.
Después de darnos una vuelta por los puestos nos entró hambre y nos dirigimos a otra de las plazas del Art Centre donde se concentran todos los puestecillos de comida internacional... turcos, griegos, hindúes, todos los países asiáticos que podáis imaginar... y cuál fue nuestra sorpresa cuando leímos en uno de ellos ¡Viva Madrid!
- ¡No puede ser!
- Si tio, pone Chocolate y CHURROS, ¡vamos!
Efectivamente... nos invitaron a unos churritos, pero pagamos el chocolate. Roberto es de donde el filósofo, Demostoles. Pero se casó con una kiwi y acabó vendiendo churros en Nueva Zelanda. Nos habló de Javier, otro español que tiene un restaurante en el Jardín Botánico llamado "The Curator". Nos dijo que le pidiéramos trabajo, que él probablemente querría a alguien.
Laura y Tracy nos volvieron a abrir las puertas de su casa, como si de la nuestra se tratara. ¡Gracias chicos! La hermana de su compañero de casa y su marido ya se habían marchado y pudimos disfrutar de un cuarto para nosotros solos... ¡genial!
Al día siguiente fuimos a ver a Javier pero en vez de encontrarle a él dimos con... Jordi. Un chaval que hace de gerente en el restaurante de Javier. Jordi no nos ayudaría mucho y ese fue el comienzo de nuestra descorazonadora búsqueda de empleo... Eso si, nos invitó a unas cervezas y nos tomamos unos calamares y unas bravas para celebrar nuestro regreso a la urbe.
En cualquier caso, todos excepto Jordi (por razones evidentes) salieron en Madrileños por el Mundo: Javier, Roberto y Laura. También debió salir Pedro, otro personaje que anda por allí con otro restaurante de comida española.
Entre tanto nosotros empezamos a correr todas las mañanas. Corremos hasta el estuario... corremos por el estuario... corremos hacia la playa... corremos por la playa... nos arrastramos hasta casa de Tracy y Laura... ¡Quién lo iba a decir!
Mientras salimos a correr Luna (La perrita de Laura y Tracy) aprende a leer... devora los libros, comics, revistas, todo lo que pilla. Es una perra genial pero demasiado lista para su edad.
El día 23 fuimos a buscar a Carlos y a Chiqui (Otro primo de Carlos y su novia) al aeropuerto. El día que llegaron les tuvimos ocupados para evitar que se durmieran durante el día. Vienen a quedarse una buena temporada así que fuimos a que se compraran unmóvil, a que se hicieran una cuenta en el banco... de todo un poquillo.
¡¡¡Bienvenidos!!!
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