Jenny, Pohutukawa y... Viva el Rock!

21 y 22 de Junio

Qué gustito da dormir en una cama... Dormimos de escándalo las dos noches que pasamos en casa de Glynn. Se portó genial con nosotros, ¡Gracias por todo Glynn! Cuando los levantamos por la mañana conocimos a su compañera de casa. Ella también se portó fenomenal con nosotros, la verdad. Jenny merece una mención aparte en el blog.

Es una mujer de unos 45 años. Nació en un pueblecito agrícola de 19 familias en la costa oeste y cuando su familia se mudó a Thames (En la peninsula de Coromandel) su padre la convenció para que se fuera de casa, se mudara a la gran ciudad (Auckland) y creciera. En un principio la idea no le hizo mucha gracia... ella era muy feliz con la tranquila vida que llevaba en Thames, trabajando como dependienta en un super. No estaba muy segura de si le gustaría la ciudad, acostubrada a la vida de granja y a los paseos por el campo... El caso es que se fué para allá en busca de oportunidades y estuvo trabajando casi toda su vida laboral de camionera hasta hace poco que decidió dejar su trabajo y pasar un año viajando por el mundo. Pasó por España (como no) y se recorrió casi toda Europa... hasta que acabó hasta las mismísimas narices de viajar y se volvió a Auckland... que sigue sin gustale demasiado, pero por todo el tema de la crisis le resultaría más facil encontrar un trabajo allí.

Si, estuvimos hablando bastante con Jenny, que nos ayudó un montón a organizar nuestros próximos días y semanas en la Isla Norte. Además nos tendió una lavadora y nos dejó un mapa de Auckland que nos salvaría la vida... Es una ciudad tan grande que no se puede uno orientar sin un poco de ayuda. Durante las conversaciones que tuvimos con ella nos contó todas estas cosas además de sus relaciones con sus múltiples novias (si, Jenny es lesbiana)...

En fin, Glynn decidió que aquel domingo se iba a encontrar fatal y no debía ir a trabajar... así que se vino con nosotros a enseñarnos los alrededores de la ciudad. Es impresionante lo verde que es Auckland, desde el aire debe parecer un bosque salpicado de casas. A pocos minutos del centro en dirección noroeste uno se encuentra con preciosos bosques nativos. Pasamos por un bosque de kauris de camino a la playa de Karekare. La playa es impresionante,
la desembocadura de un arroyo muestra el camino hacia el mar. Flanqueados unos altísimos cortados de piedra llegamos a unas dunas donde comimos unos bocadillos de albóndigas.

Más tarde nos dimos un pareo por un bosque cerca de Piha. Seguimos un camino entre helechos, pohutukawa, manuka, rata y demás. Glynn nos iba contando cosas sobre las plantas y los árboles narivos. Tomamos unas hojas de Koromiko, se trata de un arbusto medicinal que utilizan los maories para combatir la diarrea, tiene un sabor dulce, muy rico la verdad. Por fin llegamos a una cascada, la admiramos a lo lejos y nos acercamos hasta su base para oir el relajante pero potente sonido que produce el agua al caer. Antes de volver a Auckland hicimos un alto en la playa de Piha donde hay una enorme roca con forma de cabeza de león, Lion´s Rock. Allí vimos el atardecer.

Por la noche subimos a Mt. Eden para ver las vistas nocturnas de la ciudad desde lo alto del cono volcánico. Auckand está ubicada entre multitud de pequeños conos volcánicos, éstos ofrecen vistas espectaculares de la ciudad que se extiende en todas direcciones a su alrededor.

La mañana del Lunes nos despertamos con ganas de recorrer la ciudad y qué mejor manera de conocerla que a través de... ¡sus tiendas de música! Compulsívamente visitamos una a una las tiendas de instrumentos musicales... miramos y manoseamos todo lo que pudimos, comparamos precios y negociamos todo lo que quisimos en nuestra búsqueda del "bajo perfecto". No tuvimos mucha suerte a pesar que ver cientos de ellos... ninguna oferta era lo suficientemente competitiva para que mereciese la pena 100%. Eso si, conocimos unos cuantos sitios muy chulos... Nos metimos en una tienda de segunda mano que vendías unas guitarras y unos bajos preciosos pero demasiado caros para nuestros bolsillos. La llevaba un inglés de edad avanzada, simpático pero un poco hiperactivo, que intentaba hacer negocio a toda costa... estaba obsesionado con hacer un "deal" con nosotros y con contarnos cosas de los Monty Python... a nosotros no nos parecían demasiado graciosas pero sus gestos eran tan cómicos que no podíamos evitar reirnos de sus historias.

Aquel lunes acabamos en un polígono industrial chino mirando guitarras y bajos en un garaje. Una china sentada en una mesa nos señalaba las montañas de cajas que la rodeaban... contenían guitarras y bajos eléctricos y acústicos, burdas imitaciones de Ovation, de Hohner y demás... todo a 150 dólares kiwis (menos de 70 euros)... ¡el sitio era de película y los precios de risa!

Volvimos agotados a casa de Glynn donde nos recibió Jenny. Al poco llegó Glynn y preparamos una rica cena, digna de un marqués. Hablamos de nuestros futuros planes y después de nuestro ritual vigoréxico e intelecual nos fuimos a dormir.

Fotos: Charly y el Sky Tower, Auckland simpre en movimiento 1-2, Cascada, Auckand desde Mt. Eden, Playa de Karekare 1-6.

¡¡Llegamos a Auckland!!

20 de Junio

Salimos de aquel sitio de aquel backpackers de mala muerte prontito por la mañana, después de uno de los ya habituales copiosos desayunos con los que solemos empezar el día. Hicimos una breve parada en Thames, donde aprovechamos para comprar unos tomates de huerta en el mercado de los sábados.

El día era soleado y el tráfico no demasiado pesado de camino a Auckland. Es la ciudad más grande de Nueva Zelanda y cuenta con poco más de un millón y medio de habitantes. Su extensión es inmensa, gigante, puesto que apenas hay bloques de pisos. Los únicos edificios altos se encuentran en el centro de la ciudad donde está ese edificio que tanto recuerda al pirulí... El resto de la ciudad es un laberinto de casas y jardines.

Cuando lleguamos Queen St. (la calle principal) aparcamos el coche y nos dimos una vuelta por allí. Vimos como un chino se tiraba desde "el pirulí" en caída libre, más de 190 metros... estos kiwis hacen que te tires de cualquier parte enganchado a una cuerda. Como no, también visitamos un par de tiendas de instrumentos musicales.

Habíamos hablado con Glynn, aquel personaje que conocimos en el Rongo durante nuestra primera excursión a la costa Oeste de la Isla Sur. Él es de Auckland y se ofreció a acogernos en su casa durante el tiempo que fueramos a pasar en su ciudad. Cuando se puso el sol quedamos con él en casa de un amigo suyo. Nos costó lo suyo encontrar la casa en el laberinto de chalets de la gran ciudad, sin embargo la luz roja que se veía a través de la ventana y la pequeña scooter aparcada en la puerta de la casa nos dieron la clave para saber donde podría encontrarse nuestro amigo.

Glynn nos había contado que esa noche iríamos a una fiesta... nunca hubiéramos imaginado de qué se trataba. La celebración reuniría a los vecinos a propósito del "Matariki" (el año nuevo maorí). Todos los asistentes debían llevar algo de comida y pagar 10$. Era una fiesta, si, pero un poco peculiar. Cuando llegamos al sitio nos sorprendió que el exterior estuviera lleno de velas. Nada más entrar al salón parroquial de la comunidad nos endosaron una estrella que debíamos llevar en el cuello...

"¿Dónde está el cura?" nos preguntábamos mientras mirábamos a los asistentes sentados en el suelo de una gran sala, cabizbajos y con los semblantes muy serios. No había cura por ninguna parte pero había una chica hablando... no oíamos bien lo que decía... algo de la Madre Tierra o no sé qué... "qué raro es esto", pensamos mirando al techo lleno de estrellas y soles colgantes. Nos pasaron unos lápices donde debíamos escribir algo en las estrellas...

Al cabo de un rato se pusieron a aporrear unos djembés mientras un grupo de gente bailaba con movimientos espasmódicos en círculos al ritmo de la música. El baile se detuvo y uno de los que bailaba enseñó a los asistentes un par de pasos que debian aprenderse. Volvieron a sonar los tambores y todos se pusieron a bailar frenéticamente por la sala... hasta que abrieron una puerta al exterior y salieron todos a la calle bailando... niños, padres, jóvenes y abuelos... todos bailando a la luz de las velas y las farolas de la calle.... muy raro.

Cuando el frenesí se detuvo empezó la cena (todo era comida "orgánica" y vegetariana), seguido de la proyección de un corto.

En un momento dado se nos acercó una chica, nos miró de pies a cabeza y nos dijo: "¿¿no habéis enterrado la estrellita??"... Poes no... nos miramos y pensamos... "qué raro es esto, tio"

Más tarde hubo par de conciertos. El primero era un dúo de guitarra, voz y violonchelo, el siguiente grupo de percusión africana (el lider de la banda debía ser de los pocos africanos de Nueva Zelanda) y el último un grupo de Rock bastante mediocre.

Al parecer en aquella fiesta todos los vecinos aportaban con algo... lo cual está muy bien, pero a nosotros nos pareció todo un poco extraño, nos cogió un poco por sorpresa, la verdad.

Al acabar la fiesta ayudamos a recoger y nos fuimos a casa de Glynn a dormir. Nos habría resultado imposible llegar por nuestra cuenta... Auckland es bestial de grande. La casa es grande, calentita y acogedora y está en un barrio muy tranquilo cerca de la playa...

Fotos: Vistas de Auckland cerca de la casa de Glynn.

Más Lejos No se Puede...

19 de junio

La paliza ayer fue muy seria pero son las nueve de la mañana y ya estamos sentados en la mesa de la cocina dispuestos a plantar cara a nuestro mastodóntico desayuno. El menú consta de: 2 huevos revueltos con pan blanco, 1 tostada con mermelada de fresa, 1 kiwi, 1 tazón de cereales, 1 yogur de chocolate, 1 taza de té verde.

Mientras Carlos se fuma un pitillo para hacer la digestión, dos gordas americanas discuten en el programa de turno sobre la mejor forma de perder peso sin renunciar a los placeres de la dieta americana. Y mientras nosotros buscando la mejor forma de ganar peso para convertirlo luego en músculo, ¡Que injusta es la vida para algunos!

(Esto me recuerda al atracón que se dio cierto tío mío en un viaje familiar a base de brownies tamaño XL.Poco más y le da un paro estomacal, el pobre estuvo fuera de juego durante casi dos días. Mejor no cito nombres por si las moscas...)

Con las energías renovadas ponemos rumbo al norte, hoy toca el Coromandel Costal Walk Way, un paseillo de tres horas por la mismísima punta de la península. Apenas son 100 km pero tardamos más de tres horas y media en llegar a nuestro destino.

Aparcamos el coche y le preguntamos al DOC sobre tiempos y estado del terreno. El hombre es clavadito a Clint Eastwood solo que sin los dientes de arriba y con las botas de agua en vez de las de piel de serpiente. Nos intenta endosar unos Kayaks roñosos decolorados por el sol, pero le esquivamos la jugada diciéndole que lo nuestro es patear.

¡Ahí te quedas mascando encía Clint!

Una vez más el día es claro y a lo lejos podemos ver la Great Barrier Island, igual hay que hacerla una visitilla...

Cruzamos un par de granjas privadas y nos dedicamos a ahuyentar a las vacas que se cruzan en nuestro camino. No os podéis imaginar lo divertido que es ver como se les salen los ojos de las cuencas a lo John Candy, eso sí, como nos pille el granjero la vamos a tener buena...

Aquí en el otro lado del mundo la inclinación del sol es asesina aún en invierno. ¡Como pega! Así que manzanita en lo alto y de vuelta al coche.

Hacemos noche en un backpackers de Coromandel, hace un frío pelón y estos kiwis todavía no han descubierto lo que es el ladrillo, pero eso sí, lo techos de Uralita les vuelven locos. ¡Que friiiiííooo!

Apuntito están de saltárseme los empastes de la muelas:¡Nos quieren cobrar las sábanas y la ducha va con taxímetro!

La cara que se nos puso lo tuvo que decir todo porque el conserje nos acabó invitando a la primera ronda de duchas como si se tratase de un barman en ub bareto de mala muerte.

Para combatir el frío no se nos ocurrió otra más que ponernos como locos con las flexiones y abdominales hasta el punto de que a mí se me salió el liquido sinovial de la muñeca izquierda.

Calientitos por el ejercico y el cabreo nos vamos a la cama, mañana será otro día.

Fotos: Coromandel 1 al 6, Apuntando al Norte.

Descenso, Playas y Hamburguesas

18 de Junio

Amanece en Kaurenga y sobre dos mesas de acero inoxidable dos crisálidas entran en convulsión. Los españoles han despertado.

Aunque anoche heló, decidimos bajar por el Billy Goat Rail Track, una antigua vía de tren en pronunciada pendiente por la que bajaban los troncos cuando no se podía hacer uso del poder del agua. Por cierto, la carretilla con los troncos iba tirada por una veintena de bueyes comandados por una única persona encargada de hacerles frenar tirando de un cable o en el peor de los casos haciendo uso de la suela de sus botas.

El descenso es fácil y en nada llegamos al coche. Esperamos a los franceses y les acercamos de nuevo a Thames. De camino al pueblo me viene a la mente una foto en blanco y negro que vi en la escalera del hostal: Dos leñadores apoyados en un tronco que les dobla en altura.

Tras la despedida de rigor volvemos al coche y recorremos la costa oeste de la península para luego cruzar por el interior y acabar en Whitianga, en la costa este. Paramos en un hostal al pie del lago, descargamos el equipaje y sin más dilación ponemos rumbo a Catedral Beach.

La playa está más lejos de lo que creíamos (a unos 50 minutos del aparcamiento) pero si nos damos prisa llegaremos a tiempo para ver la puesta de sol, así que decidimos hacer la primera parte del camino corriendo.

Llegamos sobrados de tiempo, el sol todavía sigue suspendido en el cielo. La playa es pequeña pero muy bonita, por lo visto el agua ha ido perforando el interior de la roca creando cuevas subterráneas. Fotos varias y corriendo a la Hot Water Beach, ¡Igual nos da tiempo!

Para cuando llegamos el sol se pone sobre una playa en cuyo interior dormita una roca ígnea a más de 170ºC. Basta con cavar metro y medio en la arena para notar el calor del agua en la planta de los pies, ¡Alcanza los 65ºC!.

De camino a Whitianga paramos en un supermercado para hacer la compra. Estamos hambrientos, reventados y pasados de rosca. Desde que salimos del bosque no hemos parado quietos...

Llegando al hostal vemos un cartel que dice: “Hoy hamburguesa de la casa, patatas y pinta de cerveza, ocho dólares”. ¡Poco más y tiro del freno de mano!

Esa noche cada uno desembolsamos dieciséis dólares y con la tripa hinchada nos fuimos a la cama, pero eso sí, no sin antes hacer nuestra tabla de ejercicios, por supuesto...

Fotos: Ponga 1, Descenso, Ponga 2, Ponga 3, Kauarenga, Cathedral 1 al 13, Vacas.

Valle de Kauarenga

17 de Junio

Son las ocho de la mañana y Carlos y Miguel ya se están metiendo el atracón de turno mientras los franceses se dedican a poner en orden su equipaje.

Poco después ponemos rumbo al Kauarenga Valley Kauri Trail en el corazón de la Península de Coromandel. Misión: Coronar el Pico Pínacle.

Una vez más el paisaje es sobrecogedor; Resulta que en su origen la Península de Coromandel era una cadena de volcanes en continua erupción y las montañas a las que nos dirigimos hoy son producto de las grandes presiones a las que se vio sometida la roca en el interior de los volcanes.

Con la motivación de una nueva conquista nos ponemos en marcha casi sin bajar del coche. A los diez minutos ya no hay rastro de los franceses, nos hemos convertido en unos animales sedientos de montaña.

La primera etapa del día es un ascenso continuo montaña arriba por un antiguo camino de leñadores de principios de siglo. Tiempo estimado de llegada cinco horas y media. Nosotros lo hicimos en poco más de tres horas.

Nada mas llegar al refugio, (que por cierto, es el más grande de todo Nueva Zelanda) dejamos las mochilas y manzana en mano nos vamos directos al Pico Pinacle. El día es claro y las vistas desde la cima deben ser de impresión.

Hacemos una paradita a medio camino y vemos la ruinas de una vieja presa de madera usada para anegar el camino y deslizar los troncos colina abajo. Menudos arquitectos estos kiwis, igualito que los romanos vamos.

Una hora más tarde llegamos a la cumbre del Pinacle. Desde lo alto se puede observar con detalle como los cráteres se han ido transformando en densos valles poblados de Kauri. El Kauri es uno de los árboles más anchos pudiendo llegar a medir más de 35 metros de diámetro en su base. En el siglo XIX unos exploradores ingleses registraron el árbol más ancho del planeta, un Kauri de más de 500 años. Poco después un rayo lo redujo a cenizas.

Aún hoy se puede observar como la explotación del bosque diezmo la población de estos majestuosos árboles únicos en el mundo allá por los años 30, pero ahora gracias a un intenso programa de repoblación parece que el bosque vuelve a cobrar vida.

Sentados en la cima disfrutando de un buen bocata a la española (aquí el término “Bocata” les debe sonar a insulto en Maorí porque no pasan del sándwich de jamón y queso... ) vemos como a lo lejos se aproximan dos puntos negros. Son los franceses.

Para cuando llegan nosotros ya estamos bajando. ¡Os vemos abajo!

Esa noche ante la atónita mirada de dos gabachos exhaustos, Carlos y Miguel hacen sus flexiones y abdominales diarias y se van a dormir junto al fuego, mientras los demás se pelan de frío en el cuarto de las colchonetas. Aficionados...

Fotos: Monolito, Carlos Alobeznado, Paisaje 1 al 2, En el tronco, Paisaje 3 al 5, Presa, Paisaje 6, Hielo, Pico Pinacle 1 al 2, miguel y el viento 1 al 3.