Pasear por la orilla del lago se ha convertido en costumbre, sobre todo aquellos días en los que decidimos, por una u otra razón, no subir a la nieve. El paseo es muy agradable, sembrado cada pocos metros de pequeños embarcaderos de madera. Multitud de aves pueblan la orilla, sobre todo patos de muy distintas clases. Siempre te sorprendes con un nuevo canto o un comportamiento extraño pero fascinante. De tanto en tanto pasan ciclistas, mascotas acompañados de sus dueños y cómo ocurrió el otro día, de mascotas sin dueño.
Íbamos caminando cuando en la distancia vimos a una pequeña y peluda figura blanca y negra emprendiendo una frenética carrera hacia nosotros. Se detuvo a pocos metros moviendo la cola y enseñándonos una graciosa lengua rosada. Se trataba de un cachorro de border coli, pequeño y juguetón que pasó la mañana con nosotros. Después de jugar un rato leímos en su collar que se llamaba Meg. Preocupados por si se había perdido nos acercamos a una de las casas que hay junto a la orilla y preguntamos si sabían de dónde venía. Por suerte se trataba de la casa de sus dueños.
La dejamos allí y nos sentamos junto a la orilla a leer un rato. Poco tiempo pasó cuando la misma graciosa bola de pelo se abalanzó sobre nosotros en una alocada carrera. Al instante oímos al dueño gritar su nombre y la mandamos en esa dirección. Ella poco convencida y con muchas ganas de jugar no obedecía y sólo se fue cuando oyó el sonido de un patito de goma. No le duró mucho el divertimento y a los pocos minutos estaba de vuelta con nosotros.
Entre tanto un joven gato negro se había encaramado en un pequeño barco que estaba subido en un remolque junto al césped donde estábamos tumbados leyendo. Había estado observando todo lo ocurrido y cuando Meg se fue por enésima vez decidió bajar a conocernos. Éste decidió seguirnos allá donde íbamos. Si subíamos a un gigantesco árbol, venía con nosotros. Si nos acercábamos a la orilla, se sentaba a nuestro lado... ¡Hoy era el día de los animales!
El gato miraba con ojos golosones a los patos que nadaban junto a la orilla. Reptando como un león al acecho, esperando que uno se acercara más de lo debido para lanzarse encima suyo. No obstante los patos no no le daban esa oportunidad al permanecer seguros en el agua. Todos sabemos de esa visceral aversión que éstos pequeños felinos tienen a mojarse. Esa tarde aprendimos que a pesar de tener un instinto de supervivencia muy fuerte, sus instintos depredadores lo superan con creces.
En un momento dado fuimos a sentarnos al borde de uno de los embarcaderos a seguir con nuestra lectura. Sorprendentemente el gato nos siguió, no sin antes titubear. Daba vueltas entre y sobre nosotros cuando de repente su atención y todos sus sentidos quedaron fijados en unos patos que estaban pasando por debajo del muelle. En seguida apretó el cuerpo contra el suelo y empezó a caminar sigilosamente en su dirección, acechando, decidido a interceptarlos y merendárselos esa misma mañana. Llegó al borde del embarcadero, echó el cuerpo hacia atrás y pegó un impresionante salto para atrapar a una de las aves. En mitad del salto, en el aire, se percató de lo que estaba haciendo y de donde iba a caer... en mitad del lago... le entró el pánico, estiró las cuatro patas, como hacen las ovejas al saltar y no acertó a atrapar ningún pato.
Nos levantamos en un gesto, asustados por miedo a que el gato se ahogara, pero éste inmediátamente nadó hasta uno de los postes en los que se apoya el muelle, subió de un salto, nos dirigió una mirada de gato humillado y se fue rápidamente a sacarse al sol.
Aquella noche salimos a la terraza a ver las estrellas, cuando de improvisto oímos un gato maullar. Allí estaba nuestro amigo, buscándonos para pasar el rato.
Después de casi dos meses de nieve y deportes de montaña, ha llegado la hora de irse. No sin antes hacer un balance de la temporada. En cuanto a la nieve podemos decir que ha sido la mejor temporada desde los setenta. Hemos tenido mucha suerte, no había habido ni tanta, ni tan buena nieve desde hacía muchos años. Nosotros hemos cumplido y hemos disfrutado de ello como niños con zapatillas nuevas. Hemos subido a las pistas hasta hartarnos y no nos hemos perdido casi ningún acontecimiento. Hasta perseguimos al Primer Ministro para hacernos una foto con él. Hemos esquiado de día y de noche, hemos asistido a las competiciones de los Winter Games... y hasta hemos subimos al podio representando al ausente equipo español. Fuimos al concierto que hicieron dDub en las pistas, hemos conocido mucha gente y ante todo... hemos bajado todas las pistas y "no pistas" como dos balas. Nos hemos caído, nos hemos levantado y vuelto a caer una y mil veces hasta conocer la nieve, el dolor y a nosotros mismos mejor que la palma de la mano.
Los últimos días de nieve han sido más relajados, de más calor. La nieve ha estado cada vez peor, aunque más que aceptable. La llegada de la primavera nos ha estado comiendo el ánimo, haciendo crecer las ganas que tenemos de ponernos de nuevo a caminar. Así ha sido, hemos adelantado una semana nuestra partida de Queenstown y pronto estaremos de camino a CHCH para cambiar de equipo, dejar el de nieve y coger el de hike.
Fotos: Gato Nadador 1-6, Embarcadero, Miguel 1-2

No hay comentarios:
Publicar un comentario