Bay of Plenty y Aterrizaje en la Península de Coromandel

15 y 16 de Junio

Tras el inolvidable espectáculo de luz y color a primera hora de la mañana, cogimos el coche y recorrimos las estrechas y sepenteantes carreteras del Este de la Costa Norte. Son carreteras en las que no te encuentras a nadie pero que tienes que tener mucho cuidado puesto que hay desprendimientos de rocas en cada curva... cada pocos kilometros hay enormes piedras e incluso árboles en mitad de la calzada. El camino trascurre por bahías de ensueño hasta llegar a Whakatane, pueblo desde el cual salen los barcos que te llevan a White Island, de la que oiréis hablar en otras entradas. No nos detuvimos demasiado allí sino que continuamos hasta llegar a Tauranga.

Tauranga es la típica ciudad de sol y playa. Eso si, muy diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en España. Allí se guardan las formas y la ciudad no es víctima de la especulación salvaje... no es Benidorm, vamos. Está en el corazón de Bay of Plenty, capital del Kiwi (la fruta) y allí va mucha gente a trabajar en el campo de temporero.

Al poco de llegar nos acercamos al Mount Manganui y subimos a la cumbre. Desde allí se tienen unas vistas espectaculares de toda la ciudad, de sus playas y de las islas que la rodean. Mientras descendíamos el monte un tipo con un casco y largas barbas nos pregunto en inglés:

"¿Sois españoles?"

"Si" respondimos

"Pues llevo 25 años diciendo esto a los españoles", nos dijo excitado, "Va a haber una rebelión en Parma y el próximo papa va a ser Belga... Entonces empezará una guerra con el Vaticano... Además a Obama le va a echar y va a haber un nuevo presidente negro en EEUU, será entonces cuando Pútin mande a los homosexuales a estrellarse contra el World Trade Centre (otra vez) y... ¡¡¡se desatará una guerra nuclear!!! Cuando llegue el momento tenéis que huir del hemisferio norte, sólo estaréis a salvo en sudamérica o en Nueva Zelanda, por ejemplo"

"Vaya..." contestamos perplejos.

"Si", conrinuó, "Me lo ha dicho Dios...¡que me muera aquí mismo si no es verdad! ¡Oh, Jesús todopoderoso! Hacedme caso si queréis salvar vuestra alma..."

"Gracias por todo..." dijimos, "nos acordaremos de usted cuando aquello suceda..." y seguimos el descenso mirándosnos con cara de sapo.

Al poco de bajar nos acercamos a un mercado donde nos regalaron unas zanahorias y un bar a comprar las entradas para el concierto del día 27... tenemos muchas ganas de asistir... ya os contaremos qué tal.

Tras una noche de cine y palomitas nos fuimos al backpackers a dormir. Un antiguo hotel frente al mar que pertenece a una joven, rubia y muy amable señorita llamada Sara. La misma que nos tuvo que dejar las pinzas para encender el coche a la mañana siguiente... ¡se nos había quedado sin batería!

Tras este pequeño incidente fuimos a una tienda de venta de discos que nos había llamado la atención el día anterior a intentar vender unos vinilos de Hot Drop ¿Os acordais de Rockers? El negocio lo lleva un maorí enorme bien entrado en años al cual le gustó mucho la idea... a cada persona que entraba en la tienda se lo intentaba vender.... jejeje vaya personaje. Dejamos unos pocos vinilos, nos pagó y salimos disparados en dirección a Thames, en la península de Coromandel.

Thames es un pequeño pueblo, ni muy bonito ni feo. No hay mucho que hacer allí salvo recorrerse los valles y montañas de los alrededores. Nos alojamos en uno de los mejores backpackers en los que hemos estado: Una casa de 1860 (que aquí en Nueva Zelanda es la cosa más vieja que te puedes echar a la cara) muy bien restaurada y muy calentita.

Allí conocimos a Kevin y Marie, un par de franceses que habían estado un mes en el mismo sitio antes de llegar allí... no nos deja de sorprender la gente, se vienen al otro lado del mundo a apoltronarse como setas.

Aquella tarde cocinamos una rica cena e hicimos todos los preparativos para el "tramp" del día siguiente. La gente estaba alucinada con nosotros, que llegamos, desmontamos, organizamos y montamos con mucha naturalidad mientras los demás reposaban sus nalgas y comentanban lo organizados y enérgicos que éramos... en fin... Los franceses nos preguntaron si podían unirse a nosotros al día siguiente y por supuesto accedimos encantados.

Flexiones, abdominales, leer y dormir.

Fotos: Mt. Manganui

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