"Vaya, no tengo donde agarrarme... La pared está dura como una piedra, no es nieve, es hielo. Voy a darle unas patadas... nada, demasiado duro. Con las manos... nada... En fin... no puedo seguir subiendo, a ver si consigo bajar...uffff , imposible." La nieve se había ido congelando hasta ser más dura que el acero... éste fue el momento en el que me dí cuenta de que allí arriba estaba atrapado.
"Vaya, ¿qué es esto? Las manos me sangran a borbotones, ¿por qué? La piel de los dedos se ha cuarteado... los tengo en carne viva." Miré inmediatamente el rastro de sangre roja que había ido dejando en la nieve blanca.
- ¡Miguel, no sigas subiendo!- Grité girándome para ver a Miguel unos metros más abajo, - No hay donde agarrarse, por aquí no vas a poder pasar.-
- No, si no puedo seguir, la nieve se está derritiendo. - Contestó...
"¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo es posible que después de todo lo que hemos hecho para llegar hasta aquí nos quedemos atascados?"
Esa mañana tomamos una decisión ciertamente equivocada... no debimos haber tomado la ruta que subía por encima de la cota de nieve. Tendríamos que haber permanecido por debajo de los 1000 metros. El Taranaki es un monstruo que no tiene piedad con quien se adentra en él y ahora a más de 1500 metros de altura se hacía notar la presión que estrangulaba nuestras posibilidades de salir vivos. El primer ascenso fue sencillo comparado con lo que vino más adelante. Subimos hasta la nieve sin demasiados problemas, armados con un palo por si nos hiciera falta. El palo resultó ser inútil pero nuestra determinación implacable.
Una vez arriba seguimos un muro de piedra, aquello fue difícil, estábamos andando por un terreno muy inestable, resbaladizo, traicionero... lo peor era, sin duda alguna, la pendiente. Al principio pudimos agarrarnos a la escasa vegetación para no caer al vacío. Más tarde tuvimos que escarbar en la nieve para encontrar algo de "tussoc" donde poder agarrarnos. Llegó un momento que no había nada, solo un desierto vertical, blanco, donde debíamos clavar los puños y la punta de las botas para poder seguir avanzando.
No tardamos mucho en darnos cuenta de que volver por donde habíamos venido resultaría imposible... habíamos sorteado obstáculos muy complicados de subir pero imposibles de bajar. Sería mucho más arriesgado bajar por allí que intentar continuar hacia adelante...
La frustración era enorme cuando llegábamos a la cima de una pared, esperando que el camino empezara a descender de nuevo a la vegetación de las cotas bajas, en cambio nos encontrábamos con una bajada vertical y otra subida espectacular... Bajamos y subimos incontables veces, con manos y pies, como lagartos subiendo por una pared. El camino se complicaba poco a poco, cada paso ascendía hasta llegar al siguiente. Inevitablemente la fatiga fue haciendo mella... No obstante frente a la adversidad nos hicimos fuertes utilizando todos los recursos a nuestro alcance.
Cada vez había más nieve y más hielo. La piel se quedaba pegada a la pared solo con el contacto. Descendimos por cañones cubiertos de hielo, conseguimos subir riscos imposibles. Escalamos heladas paredes verticales, pasamos por zonas derrumbadas, víctimas de las habituales avalanchas invernales. La nieve y el hielo que se desprendía con nuestros pasos caía sin detenerse hasta perderse de vista cientos de metros más abajo.
Aquella mañana nos habíamos levantado pronto para caminar, estábamos preparados para aguantar un largo día, pero no estábamos preparados para lo que vino a continuación.
El camino seguía ascendiendo, sin piedad. Una silenciosa y demandante tortura hasta la cumbre... Hasta la cumbre de un risco helado en el cual ahora me encontraba atrapado, inseguro sin agarre posible. Miré de nuevo a Miguel y sólo pude articular cuatro palabras:
- ¡Aquí arriba estoy vendido! -
- ¿Qué hacemos? -
- Sólo se me ocurre llamar para que nos vengan a buscar, sólos no podremos salir de aquí -
- Además aunque pudiésemos no creo que nos diese tiempo a llegar al "hut" antes del anochecer -
Reconocimos al instante lo desesperado de nuestra situación. El sol se esconde pronto en Nueva Zelanda y además estábamos en la cara Sur del volcán, allí donde no da el sol durante todo el invierno. Pronto haría tanto frío que si no pudiéramos movernos (como era el caso) caeríamos en el sueño tranquilo y profundo que ofrece la hipotermia. Afortunadamente hacía uno de esos escasos días soleados y sin viento, la visibilidad era perfecta y desde allí arriba veíamos la playa, la jungla, los ríos que derraman sus lágrimas al infinito mar...
- ¡Llama YA y que se den prisa! - No podía moverme puesto que caería irremediablemente hasta la base del volcán y no sabía cuanto tiempo sería capaz de aguantar allí... La sensación era como si tratare de agarrar con fuerza una pastilla de jabón, mojada después de haberme lavado las manos.
¿Y si no hubiese cobertura? Sin duda sería fatal. Por suerte la tuvimos y el equipo de rescate se puso en marcha en seguida. La espera se hizo eterna. A cada rato intercambiaba unas palabras de ánimo con Miguel, me incorporaba y daba un par de patadas al hielo para asegurar mi agarre y desentumecer los músculos y articulaciones. También daba palmadas de tanto en tanto para activar la circulación de las manos.
Miguel estaba agarrado a un palo semienterrado y pudo sacar ropa de abrigo y comida... Yo en cambio estaba condenado allí arriba, sin poder moverme para alcanzar la mochila...
Los minutos parecían horas y durante la hora que esperamos se me pasó toda una vida por la mente. En cualquier momento el hielo bajo mispiés cedería, se derretiría o se derrumbaría, haciendo peligrar tanto de mi vida... Me sentía como un muñeco de cartón a merced de un único soplo de aire. Cuando por finoimos el helicóptero recobramos el aliento y el brillo en la mirada. Movimos los brazos frenéticamente con la esperanza de que nos localizaran... pero no fue así. Pasó de largo sin más hasta ocultarse detrás del enorme volcán. ¡Estábamos perdidos! Nos estaban buscando más abajo, no se esperaban que hubiésemos llegado tan lejos, la hazaña era prácticamente imposible. Llamaron por teléfono y Miguel comenzó a dar instrucciones para que nos localizasen. El helicóptero volvió a aparecer en el horizonte:
- ¡A vuestras tres! ¡A vuestras tres! ... ¡Doscientos metros más arriba de donde estáis buscando! ... ¡Por encima del nivel de las nubes! -
No dejábamos de mover los brazos, desesperados. Éramos un mísero puntito en una inmensidad blanca. Por fin se acercó aquel insecto mecánico, se puso frente a nosotros, nos señalaron y descendieron a un sitio seguro para preparar el rescate. Mirábamos desde lo alto, impacientes, como un coyote mira a un conejo moribundo. El cuerpo entero me temblaba, desde los pies hasta las orejas, en un exasperante baile por la supervivencia.
Por fin el helicóptero volvió a ascender hasta donde estábamos. El viento que levantaba era tan fuerte que tuve que agarrarme con todas mis fuerzas a la pared. Un hombre colgado de una cuerda aterrizó a mi lado y mientras luchaba por agarrarse al hielo perdió un guante... el guante cayó montaña abajo, dibujando el camino que habría recorrido yo si no hubiese conseguido aguantar hasta entonces hasta que se perdió de vista en aquel infinito mar de agua congelada. Pronto me encontré colgado de aquella larga cuerda, volando por encima del monstruoso volcán... Tenía el mundo a mis pies...
Me dejaron en un lugar seguro y subieron de nuevo a rescatar a Miguel. Yo contemplaba entretanto la escena desde la distancia, hecho una bola en un agujero escavado en la nieve. Con frío, pero seguro. Saqué ropa de abrigo de la mochila y comí algo. Bajaron a Miguel y el helicóptero aterrizó en la nieve. Subimos a bordo y emprendimos el camino al aparcamiento donde habíamos dejado el coche unos días atrás. Dejaron a Miguel allí, a mí en cambio me llevarían al hospital de New Plymouth a hacerme una revisión. Le comenté a Rob (el hombre que nos sacó de del hielo) que me encontraba bien, pero él insistió en ir a ver a un médico. Hasta que no estuvimos en el helicóptero no pudimos verle la cara al hombre que nos salvó la vida. Rob, un hombre bien entrado en años, calvo y con un denso bigote, un especialista en rescates alpinos, un héroe. Aquel día se jugó la vida por nosotros, no había resultado nada fácil sacarnos de donde estábamos, había sido casi tan difícil y arriesgado como llegar allí.
Antes de ir al hospital acudimos a un nuevo rescate, una chica que se había roto un tobillo caminando por una pista de esquí cercana. Nos recibió una ambulancia en el helipuerto , nos llevaría a urgencias. Sacaron a la chica en camilla mientras yo caminaba para entrar en calor. Una vez en urgencias se me acercó un enfermero y me preguntó si quería esperar 6 horas a que me viese un médico... Pues no, la verdad, y salí de allí tan contento. Mientras esperaba a Miguel en el aparcamiento, enfrente de la puerta del hospital, se me acercó Rob y me dijo literalmete que aquello era una "puta mierda" y que no lo tuviera en cuenta, que le acompañara en ambulancia a la central de rescates donde me podría tomar un café caliente. Así hice mientras llamábamos a Miguel para que supiera dónde estábamos. No conseguimos contactar con él pero dejamos un mensaje en urgencias para que le dijeran donde estábamos.
Me recibieron como a un rey, me prepararon una bebida caliente, me dieron toallas y mantas para que me secara y calentara los pies y me hicieron compañía hasta que llegó Miguel con el coche. Charlamos un rato más con ellos, nos despedimos deRob y le agradecimos todo lo que había hecho por nosotros y nos fuimos al Backpackers donde nos alojamos la última vez.
En fin, nos alegramos de estar vivos, que dadas las circunstancias no es poco... Creo que hemos aprendido más de una cosa y que va a ser una experiencia inolvidable, está grabada a fuego en nuestras memorias.
Bueno, os dejo de aburrir con palabras que ya han sido bastantes aunque insuficientes, como siempre. Espero que disfrutéis de las fotos que tomó Miguel (sin que el equipo de rescate se enterara, por supuesto).
Ahora más que nunca queremos volver subir a la montaña.
¡¡¡Besos para todos!!!
Fotos: ¿¿¿Track 1-3???, Carlos 1-2, Helicóptero 1-7, Taranaki Desde el Espacio.

joderr!! chavales!!
ResponderEliminarmenudo susto, acabo de pasar un mal rato leyendo vuestro rescate. No me jodais que os quiero ver a los dos enteritos de vuelta, vale?
Como volvais a hacer el mangarrán, agarro un vuelo a Zelandia y os doy un par de hostias a cada uno.
nada, ahora a entrar en calor y a celebrar que estais vivos, prometo tomarme unas cañas a vuestra salud!!
No dejeis de compartir vuestra aventura. Gracias chicos!
PapáDie
Es muy cierto esto estuvieron en peligro yo los vi en el backpacker uno de ello9s tenia los dedos todos lastimados y temblaban estuve con ellos terrible fue
ResponderEliminarva aser un anio que los vi a los dos en el backpacker despues del rescate de esta montana y no salgo del asombro tal ves no se acuerden de mi persona, pero valla susto se dieron uds che.
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