Siempre hemos dicho que no hay nada mejor que una buena ducha caliente tras unos días duros en la montaña. Hoy es la excepción que confirma la regla. Me es imposible cerrar la mano en un puño y al contacto con el agua caliente los dedos se hinchan y se ponen del color del dedo de E.T. cuando apunta al cielo buscando su casa. Las rodillas parecen dos cabezas de elefantes enfrentados envueltos en pinturas de guerra y noto que un brazo me cuelga más que otro. El resto del cuerpo parece estar en orden.
Al salir de la ducha me encuentro con Carlos en el pasillo, parecemos dos vaqueros antes de entrar en duelo; incapaces de andar erguidos, con los brazos arqueados y apunto para desenfundar. Caminamos erráticos hacia nuestra habitación y entre las piernas nos cabe “una pelea de perros”, como diría mi madre.
Nunca pensé que ponerme unos calcetines pudiese costar tanto, especialmente si solo utilizas los mismos dedos que usaba Django para sacarle acordes a su guitarra.
El caso es que celebramos nuestro recate con una cerveza, una hamburguesa de brontosaurio “estilo picapiedra” y una larga noche de descanso. Ésta vez sin flexiones, no vaya a ser que nos quedemos en el sitio.
Al día siguiente la dueña del hostal nos sorprende con un recorte del periódico local y Carlos la responde sonriendo: “¡Creo que es la primera vez que salgo en la prensa!”.
(Yo en cambio creo que he salido en más de un medio de comunicación... Saravah! )
Amanece en nuestro cuarto. Siento el cuerpo acartonado pero salimos a dar una vuelta y respirar aire fresco. Con aire fresco quiero decir, “nos vamos a ver las tiendas de guitarras”. Después de hacer el inventario: “Ésta tienda tiene más baratas las Ovation y el Jazz Bass es americano pero no tienen ni una sola Grestch...”, ponemos rumbo a la biblioteca, pero de camino encontramos una pequeña tienda de música a medio abrir y por supuesto entramos a ver que pasa...
Nos recibe un gordo sudoroso de pelo pegao. La tienda está hecha un asco, los “amplis” tirados por el suelo, las guitarras a medio cordar en el mostrador y en la esquina un abuelo maorí lanzando acordes al aire. ¡Me encanta!
El tío nos ve interesados en el tema y sin más dilación se pone a dar patadas a los cacharros que hay por el suelo y se dirige a la trastienda. A los pocos segundos vuelve con un estuche en la mano, aparta las guarrerías que tiene en el mostrador y abre el estuche. El cuarto se ilumina con una luz dorada que sale del interior de la caja negra y aparece una Vox original de los años 60. Al momento, como si de un truco de magia se tratase, con la otra mano empuja una caja de cartón y saca una guitarra de jazz australiana de los ´50, liviana como una pluma. Luego una doce cuerdas japonesa, un Music Man firmado por el de ZZ Top, una Grestch original, un bajo Danelectro que parece una Vespa, ¡una Manuel Rodríguez!.... El tío se pone rojo como un tomate, parece que le va a dar un ataque al corazón pero sigue sacando bajos y guitarras, no hay quién le pare; Una guitarra rarísima que cuando Satriani estuvo de gira (lo he comprobado y es verdad) se quedó con la boca abierta y con la manos vacías porque no se la quiso vender. Otra Vox preciosa estilo 335, una Chet Atkins Especial Edition seriada de las que solo hay 350 en todo el mundo, otra guitarra australiana envuelta en piel de lagarto o yo que sé .... El hombre está al borde de la embolia cerebral pero no para de sacar guitarras y más guitarras al son de: ¡No encontraréis una tienda como ésta en todo New Zealand!, ¡No encontraréis una tienda como ésta en todo New Zealand!
Medio mareados después de una sesión continua de extravagancias, nos vamos a comer sushi a la playa, pero desde el coche, que hace mucho frío...
Por cierto, dos días después nos fuimos a Waitomo Caves. Paseamos por la noche por el bosque, cruzamos unas cataratas y encontramos unas cuevas maorís, Ruakuri Natural Tunnel con Glowworms (los gusanillos que cuelgan de las paredes y brillan por la noche). Caminamos a lo largo de un río hasta llegar a Natural Bridge, una cueva enorme derrumbada. Nos metimos en otra cueva con nombre de picante portugués, fuimos a ver una caída de agua de más de 30m, Makaroa Falls y dimos de comer a un ciervo amaestado que se había encontrado un cazador "misericordioso" en el interior de su presa. También hubo avestruces de pestaña larga y ostras fosiciladas en la roca.
Próximo destino: White Island.
Pd: Si sois amantes de la música y por azares de la vida os encontráis en New Plymouth, no dejéis de visitar a Ryland Sheard y su tienda de curiosidades musicales.
Fotos: Puesta de Sol New Plymouth 1-6 , Cuevas de Waitomo 1-7, Cascada, Ciervo Avestruz, White Cliffs, Natural Bridge 1-5 (la 3 son Ostras Fosilizadas) .
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