Ya de vuelta en Auckland y preparados para una sesión intensiva de seis horas seguidas de conciertos en el Town Hall, el teatro más emblemático de la ciudad. ¿El motivo? Hoy se celebra el día del Matariki.
Matariki o “Los ojos de Dios” en maorí, es lo que los griegos llamaron la constelación de las Pleyades: Agrupación de 300 estrellas de las cuales solo pueden observarse siete con el ojo humano. Se dice que en la antigüedad los marineros las utilizaban para orientarse en las noches estrelladas. El mejor momento del año para vislumbrar a Martariki es entre el amanecer de la última semana de Mayo y la primera semana de Junio, inaugurando el comienzo de la labranza de la tierra. Algo así como el marcador del año nuevo para los maorís.
El gobierno neocelandés está dándole mucho bombo y platillo al Matariki, la intención es que se convierta en una festividad a la altura del “fin de año” occidental, pero lo que yo creo es que realmente eso de celebrar la vacaciones navideñas en pantalón corto y chanclas con un calor del infierno no les hace ni pizca de gracia y lo que en verdad quieren es celebrar la llegada del nuevo año con estalactitas en la nariz . A otro con lo del cuento de la tradición maorí, es pura añoranza del crudo invierno británico...
Bueno, volviendo a lo nuestro;
Pasamos a recoger a Glynn y a una amiga suya y directos al Town Hall. El teatro es precioso, Victoriano, lo acaban de remodelar y luce con todo su esplendor. La acústica es muy buena y han retirado las filas de asientos para que la gente pueda bailar.
La Música es una constante en el pueblo maorí y no hay celebración que se precie si no va acompañada de un buen entono musical. En nuestro caso fueron seis horas seguidas de conciertos sin parar aderezados con celebraciones y bailes tradicionales de esos en los que se ponen a grito pelao enseñando sus caras tatuadas, sacando los ojos de las cuencas y alargando la lengua más que el bajista de Kiss. (Más de uno de nuestros familiares debe estar horrorizado pensando: “...es que ni aunque me pagaran iba yo a ese concierto...”).
El caso es que estuvo genial, especialmente si eres un amante del Reggae. No deja de ser curioso, pero la adopción del Reggae es un fenómeno que se da en todas las Islas del Pacífico. Debe ser por la similitud de sus patrones rítmicos y el uso de los contratiempos del ukelele.
Para lo fanáticos del género, al concierto asistieron: Katchafire, Corner Stone Roots, Three Houses Down y Tiki.
Con las horas de viaje en coche desde Raglan a nuestras espaldas, la descarga musical, el cansancio acumulado y que Glynn trabajaba al día siguiente (especialmente por esto), a eso de la una y media de la mañana nos fuimos al sobre.
Al día siguiente ya con el coche listo para una nueva aventura musical en Tauranga, hacemos una paradita en la tienda de naturopatía de Glynn.
El sitio es inmenso y tiene todo tipo de productos orgánicos, bio-saludables, libres de colorantes, pesticidas y no se que mil historias más que hacen que el producto sea más natural pero que te cueste tres veces más caro que el que puedes encontrar en el Carrefour de toda la vida. Eso sí, no pudimos pasar por alto la tarta de zanahoria, el Brownie y las galletas Afganas del tamaño de la palma de mi mano. De alguna forma hay que contribuir a que el negocio de nuestro amigo prospere ¿Digo yo, no?
El caso es que le encontramos dando consejos a una señora en una pose un tanto andrógina, sentado en un taburete rodeado de sus botes de cristal repletos de esencias y aceites naturales. Esperamos a que termine su sermón.
Ya comentando los highlights del concierto, Glynn juguetea con sus pociones y tubos de ensayo. La verdad es que el tío parece sacado de un libro de druidas del medievo, o eso, o es el hermano secreto del albino del “Código Da Vinci”, menudo personaje el bueno de Glynn....
Tras la despedida ponemos rumbo a Tauranga, hoy toca nuevamente Katchafire y como habíamos comprado la entrada hace un par de semanas no hay vuelta atrás.
El concierto duró más de tres horas y la verdad es que nos sorprendieron gratamente. Tras conversar brevemente con el saxofonista y regalarle una copia del disco de Hotdrop, recibida con gran sorpresa por su parte por cierto, nos fuimos directos al hostal.
Esa misma noche nuestro compañero de cuarto, un brasileño muy simpático pero con una pinta de “chungo de fabela” de aquí te espero, alardea de sus historias carcelarias y amorosas y nos cuenta como a su entender las kiwis son todas una “estrechas” y que esto no tiene nada que ver con lo bien que se lo pasaba hace unos meses en Australia.
Concluimos la noche con unas flexiones y abdominales y todos a dormir.
Ya de madrugada, envuelto en tinieblas, una figura languidece en la oscuridad de un hostal y su rostro se torna pálido como el hueso de una ballena. Un brasileño recibe una llamada de su ex-novia desde Australia. Está embarazada de dos meses...
Fotos: Matariki 2009, Constelación, Totem.

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