Si vas a las Fiorlands lo único que te pueden asegurar es una cosa, ¡Te vas a mojar!. La lluvia no ha cesado desde anoche y no parece que la cosa vaya a cambiar. Aquí en el Hemisferio Sur los refranes (como casi todo lo demás) funcionan al contrario, “Después de la calma viene la tormenta”, así que chubasquero, resignación y sonrisa que “Gusto con pica no sarna”...
Hoy toca excursión a la Sutherland Falls, oficialmente la catarata más alta de todo Nueva Zelanda con 584m de altura. (En el Doubtful Sound se encuentra la Browne Falls con 619m pero depende del desbordamiento del lago Browne así que “oficialmente” no cuenta).
Ya de camino nos quedamos impresionados con el vuelco que ha dado el paisaje respecto al día anterior. Nuevas cataratas se abren camino por la piel de piedra como arterias cargadas de sangre rica en oxígeno. La piedra palpita, la tierra rebosa vida.
Arropados por un manto de lluvia que hace las veces de banda sonora llegamos a la “Gran Caída” en poco menos de una hora y media. El salto es inmenso, el agua esculpe intencionadamente la roca y el paisaje se rinde ante la majestuosa evidencia. Nos refugiamos bajo unos helechos a la espera del resto del grupo pero llueve demasiado así que en cuanto les vemos llegar nos ponemos en pie y les decimos que nos vemos a la vuelta.
Apenas dos horas y el camino ha sufrido una nueva mutación a causa de las riadas.
(Mientras Carlos se adelanta Miguel siente un pequeño pinchazo en la rodilla izquierda que le recuerda a un movimiento mal ejecutado el día anterior. Subir siempre es más fácil que bajar, bien lo saben las rodillas. Ya en el hut Carlos resguardado del frío se calienta las manos y observa como una extraña figura va aumentando de tamaño al otro lado del cristal. Es Miguel que imitando a Robocop se acerca poquito a poco a su destino.)
¡Qué dolor! ¡Qué Paciencia!
En la mochila llevo unos saquitos térmicos de los que se activan por reacción química y aunque soy buen conocedor de que las altas temperaturas no son amigas de las inflamaciones, circunvalo mi rodilla con una aureola de calor artificial y me meto en el saco de dormir.
A la mañana siguiente me despierto con la misma sensación de malestar interno pero con un nuevo dolor, esta vez más superficial, más a ras de piel. Supongo que todo el mundo conoce la expresión “ Si juegas con fuego te acabas quemando”, pues doy fe de ello, quemaduras de segundo grado en rodilla y muslo y por delante más de seis horas caminando por el monte. ¿Alguien da más?
Armado de paciencia me pongo la mochila al hombro y comienzo mi lento peregrinaje a través del Milford con la rodilla como Kuato el mutante de Desafio Total.
Cada paso cuenta, cada paso es un paso más cerca, cada paso cuenta...
Ni una sola queja, ni una sola mirada de aflicción, la tolerancia al dolor es en gran medida es un factor psicológico, pero eso sí, cada vez que me encuentro con un árbol caído o un desprendimiento de tierra veo las estrellas y mis movimientos se relentizan a velocidad Matrix. De una rama caída me hago un apaño y la trasformo en un bastón envolviendo el asa con ramas de helecho para evitar más ampollas, que con las de la rodilla ya tengo suficiente...
Al poco rato el grupo me alcanza y una avanzadilla se adelanta para asegurarse de que el barco nos espere en caso de retraso. ¡Qué rabia me da ver como la gente me adelanta! ¡No estoy acostumbrado!.
Las horas pasan y pasito a paso nos acercamos a nuestro destino final, menos mal que el tiempo acompaña porque sino la historia habría sido muy diferente. Seis horas más tarde llegamos a Sandfly Point. ¡Menuda postal! Parecemos Gandalf con su báculo y el séquito de Hobbits a la cola.
Salimos de los fiordos en una Zodiac acompañados por delfines y con el sol asomando entre las montañas. ¡Menudo broche final! ¡Por algo dicen que es el camino más famoso del mundo!
El esfuerzo y los dolores han merecido la pena sin lugar a dudas, cada gota de sudor ha valido su peso en oro, pero esa misma noche Miguelito se va a la cama con los meniscos hechos chicle y unas ampollas como gusanos de gominola. Eso sí, con una sonrisa gatuna de lado a lado...
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